¿Por qué necesitamos justicia Fiscal?
Para poder tener un Estado capaz, necesitamos una reforma fiscal.

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El derecho a vivir en paz, a la seguridad y a los derechos humanos, económicos, sociales, culturales, sólo pueden hacerse realidad con un Estado capaz y con presupuesto suficiente para brindar, por ejemplo, educación y salud de calidad, crear un sistema de pensiones dignas, policías locales capacitadas, o mantener un poder judicial funcional.

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También para promover un crecimiento económico justo se necesita un Estado que pueda proporcionar infraestructura vial, energética e hídrica, formar nuevas generaciones de profesionistas, y de implementar mecanismos para que el crecimiento económico no solo beneficie a unos pocos, sino que sea incluyente.

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Para la protección de nuestro medio ambiente necesitamos un Estado capaz de crear regulaciones, incentivos e infraestructura que nos permitan transitar a formas de una convivencia más respetuosa con los ecosistemas.

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El Estado pobre que tenemos dista mucho del que necesitamos. México recauda menos impuestos que cualquier otro país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE): apenas 17.3% de su Producto Interno Bruto (PIB) en 2022. Se ubica muy por debajo no solo de países de alto ingreso, sino también de los otros países latinoamericanos como Colombia y Chile. Este Estado pobre ha limitado históricamente la capacidad de los gobiernos para proteger derechos, reducir desigualdades y promover un desarrollo sostenible.

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Para hacer realidad el futuro que queremos, debemos abandonar esta tendencia de finanzas públicas precarias y combatir la gran concentración de la riqueza y el ingreso en México, donde el 1% más rico posee alrededor del 41.2% de la riqueza (CEPAL, 2023). Tenemos un gran potencial para aumentar los ingresos públicos a través de una reforma fiscal progresiva que no afecte ni a la clase media ni a los pobres sino a las personas más ricas de nuestra sociedad. Nuestro sistema fiscal actual les privilegia con beneficios y exenciones fiscales, no distribuye la riqueza y aporta a la desigualdad.

Para poder tener un Estado capaz, necesitamos una reforma fiscal.

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El derecho a vivir en paz, a la seguridad y a los derechos humanos, económicos, sociales, culturales, sólo pueden hacerse realidad con un Estado capaz y con presupuesto suficiente para brindar, por ejemplo, educación y salud de calidad, crear un sistema de pensiones dignas, policías locales capacitadas, o mantener un poder judicial funcional.

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También para promover un crecimiento económico justo se necesita un Estado que pueda proporcionar infraestructura vial, energética e hídrica, formar nuevas generaciones de profesionistas, y de implementar mecanismos para que el crecimiento económico no solo beneficie a unos pocos, sino que sea incluyente.

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Para la protección de nuestro medio ambiente necesitamos un Estado capaz de crear regulaciones, incentivos e infraestructura que nos permitan transitar a formas de una convivencia más respetuosa con los ecosistemas.

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El Estado pobre que tenemos dista mucho del que necesitamos. México recauda menos impuestos que cualquier otro país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE): apenas 17.3% de su Producto Interno Bruto (PIB) en 2022. Se ubica muy por debajo no solo de países de alto ingreso, sino también de los otros países latinoamericanos como Colombia y Chile. Este Estado pobre ha limitado históricamente la capacidad de los gobiernos para proteger derechos, reducir desigualdades y promover un desarrollo sostenible.

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Para hacer realidad el futuro que queremos, debemos abandonar esta tendencia de finanzas públicas precarias y combatir la gran concentración de la riqueza y el ingreso en México, donde el 1% más rico posee alrededor del 41.2% de la riqueza (CEPAL, 2023). Tenemos un gran potencial para aumentar los ingresos públicos a través de una reforma fiscal progresiva que no afecte ni a la clase media ni a los pobres sino a las personas más ricas de nuestra sociedad. Nuestro sistema fiscal actual les privilegia con beneficios y exenciones fiscales, no distribuye la riqueza y aporta a la desigualdad.

¿Qué podríamos financiar con una reforma fiscal?

Aumentar

la calidad y cobertura de los servicios públicos de salud, ampliando el presupuesto público para el sector salud, actualmente 2.8% para 2024 (México Evalúa, 2024), hacia el 6% del PIB recomendado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) (OEA, 2010). La precariedad de la salud pública, que se traduce en una falta de camas, equipos y personal médico contribuyó a que México se convirtiera en el tercer país con mayor número de muertes por población durante la pandemia de COVID-19 (John Hopkins University, 2021).

Construir

en México un sistema de cuidado infantil universal, gratuito y de calidad para niños menores de 6 años con un costo total de alrededor del 1.16% del PIB de México en 2019, según estimaciones realizadas por ONU Mujeres (2021). La creación de un sistema universal de cuidado infantil es un paso importante para poner fin a la desigualdad de género, pero también para promover una mayor igualdad de oportunidades para los niños desde el comienzo de sus vidas.

Extender

el horario escolar a una jornada completa en todas las escuelas primarias y secundarias públicas con 0.04% del PIB. Las escuelas de tiempo completo aumentan las oportunidades educativas de los niños de hogares de menores ingresos, disminuyen las tasas de deserción y reducen la carga de los cuidadores, especialmente de las mujeres (véase CONEVAL, 2020).

Crear

un fondo de cohesión para promover iniciativas de desarrollo económico regional en los estados con ingresos más bajos, con el 0,2% del PIB. Abordar la gran desigualdad territorial en México es clave para reducir la presión de emigrar, la sobrecarga de las infraestructuras urbanas y permitir que las personas prosperen económicamente mientras permanecen inmersas en sus redes sociales y su cultura local.

Definir

un mínimo anual del 2% del PIB estatal que debe ser dedicado al financiamiento de un sistema judicial estatal efectivo. La falta de financiamiento compromete la capacidad del sistema judicial de resolver disputas de manera pacífica y proteger adecuadamente los derechos de víctimas, lo que contribuye al pésimo resultado de México en el ranking "Estado de Derecho" del World Justice Project, donde se ubica en el lugar 116 de 142 (World Justice Project, 2023).

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